10. Día del maestro
Siempre he pensado que mi ideal en esta vida, sería poner una escuela. Nunca me he sentido más viva que cuando he estado frente a un grupo. Enseñar es mi vocación, ese llamado que ha sido inevitable.
No sé si es porque crecí en una familia de docentes. Mis padres enseñaron a nivel universitario desde que tengo memoria. Cuando mi papá falleció, el velatorio se llenó de alumnos y ex-alumnos que lamentaban la pérdida de ese hombre que al principio fue el terror absoluto (el “Puga malo”, le decían) y que con los años se ablandó un poco. Quizá ya no era tan estricto en sus enseñanzas, pero aún en sus días de desánimo y de perder un poco la fe en los alumnos, seguía decidido a lograr que aprendieran algo.

La labor docente es más que horas en aula: es planeación, es calificar y es seguir preparándose. [Mi altero de trabajos por calificar en una mañana dominical]
Una de las fotos de mi mamá que más me gustan fue tomada por un alumno suyo, capturando ese momento en que ella daba cátedra de forma apasionada.
Yo he tenido la fortuna de poder enseñar desde pequeña: primero le enseñé a mi hermana a leer y a escribir, jugábamos a “la escuelita”, donde yo era la maestra y le hacía “libros de texto” (más bien, cuadernos de trabajo) a mi hermana para enseñarle cosas.
De ahí en adelante, cada vez que he podido estar frente a un grupo, me he sentido plena. Sea un grupo de técnicos en enfermería (mi última experiencia docente ¡hace casi cinco años!) o en talleres de pocas sesiones, poder compartir lo poco que sé siempre se me ha hecho una bendición.

Poner a mis alumnos a investigar y que se emeraran, me ponía de buenas
Lo que la gente no dice de la enseñanza/docencia es que te rompe a cachitos todos los días. El ser humano es una criatura que está en constante crecimiento. No estamos terminados. Siempre podemos cambiar y aprender. Siempre podemos desaprender.
En México, al menos, me parece lamentable que la labor docente sea tan mal vista. Creciendo escuché a muchas personas decir “y al fin si no encuentras trabajo, puedes entrar de maestro”, como el último recurso. ¿Por qué debía ser un “no me queda de otra”?
Hoy en día, platicando con mis amigos docentes, veo cómo volver las escuelas negocio, donde mientras el alumno pague lo demás no importa, está dando al traste con cosas muy importantes, pero eso es tema para otra reflexión.
Hoy estoy agradecida por las veces que he podido dar clases pero, ante todo, por las veces que los alumnos me enseñaron amí. Más que eso,e stoy agradecida por haber contado con muchos maestros memorables, tanto dentro como fuera de las aulas. Es un día para festejar a quienes tienen la paciencia, el ánimo y esa vocación para estar frente a aulas. Particularmente a los maestros de secundaria, ¡ellos merecen un altar!
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