#24A (notas al pie de la idea)
Hoy hay una marcha. #Vivamosnosqueremos gritan las redes sociales. #MiPrimerAcoso como un hashtag para publicar la primera vez (de muchas) que alguien acosó a una mujer. El clamor en las redes está, como pasa casi siempre, dicotomizado: los que entienden que se está visibilizando un problema serio del que hay que hablar para empezar a hacer un cambio, y los que dicen que las mujeres están exagerando, haciendo burla del hashtag para minimizar la idea central: el acoso es normal en nuestra sociedad, y eso está mal.
En efecto, está tan normalizado que ya cuesta trabajo pensar cuándo fue la primera vez que una se sintió violentada (porque sentirte insegura es violencia).
(*)Primera nota al pie: Tengo un amigo, persona reciente en mi vida—consideremos que mis amistades “nuevas” tienen de menos 3 años en mi vida, entonces alguien con menos de un año es muy reciente para mí—que hace poco me dijo “No me pegues, ¿por qué la violencia?”. En el contexto en que estábamos (platicando y bromeando, me dijo algo para darme guerra como “sólo oigo bla bla bla” o algo así e hice ademán de darle un zape, sin dárselo) no me parecía que lo mío fuera violencia. Sin embargo me dejó pensando, porque es cierto que aún de juego, yo esté muy a la defensiva con mis amigos hombres y que suelte un zape, un picarle las costillas o violencia verbal del estilo “eres un babas” o “menso” o hasta “idiota”. Eso es violencia. Y es una forma en la que jamás trato a mis amigas. Ante el cuestionamiento de mi amigo me cayó el veinte: 31 años de estar a la defensiva me han hecho reaccionar de forma violenta ante los hombres, aunque sean hombres a los que quiero y en los que confío. Y eso está muy mal. Corte a la siguiente vez que estuve con dicho amigo y él me dio un leve zape con una caja vacía. De inmediato le dije “¿Por qué me atacas? Yo ya no te he atacado”. Contestó “Es cierto, perdón” y me abrazó. La violencia genera violencia que va permeando otros ámbitos. Mi reacción defensiva estaba llegando a mi círculo íntimo y resultando en que gente que no era violenta conmigo de repente lo fuera. Aunque se tratara de un juego, eso no está bien.
Leer a varias mujeres hablar de su primer acoso me hizo pensar en la cantidad de veces que alguien, generalmente un hombre, le quitó el peso a la acción diciendo que era exageración. Comentarios como “déjate querer” o “sólo te estás dando a desear” tuercen todo y solapan el acoso.
(*) Segunda nota al pie: Me parece que muchos de los comentarios del tipo “usted déjese querer” vienen del adoctrinamiento de las películas románticas donde la fórmula siempre es la misma: chico conoce chica, uno se enamora del otro (originalmente siempre era el chico, pero ya ha cambiado) y persigue al objeto de su amor de una forma insistente, a veces con mentiras, hasta conseguir que lo pelen. Entonces, hacer como que no nos interesa, decir que no queremos, pareciera una estrategia para fomentar la insistencia del otro. Pero ¿qué creen? No lo es. Simplemente porque no es no. Y así como los hombres saben lo que quieren, las mujeres también lo sabemos. No necesitamos que nos enseñen, nos eduquen o nos convenzan. Cuando una chica dice que no está interesada en un hombre, es en serio. A mí me dio mucho coraje hace poco que me quejaba de que alguien que me acosó en mi último trabajo de oficina ahora me buscaba vía Facebook “¿creerá que ya se me olvidó?” escribí. Uno de mis contactos me dijo que no me hiciera del rogar. Hombres, en serio que las palabras esas de Arjona “dime que no, lánzame un sí acorazado” no aplican.
Encima de todo, la educación es la que fomenta el acoso a grados que uno jamás esperaría. A las mujeres nos enseñan a andar a la defensiva, a cuidarnos, a no vestirnos provocativas—en mi prepa, escuela mixta y en teoría laica, teníamos prohibido (dentro de otras tantas restricciones en el código de vestir) usar playeras de tirantitos para no distraer a nuestros compañeros y a mí me costó dos años saliendo de prepa el atreverme a usar una de esas playeras sin sentirme culpable— a entrar al transporte público cubriendo el frente y la retaguardia (a veces hasta manos nos faltan para cubrirnos por completo, caray) y un largo etcétera de recomendaciones por nuestro propio bien. Mientras tanto, a los hombres les fomentan que son más machos entre más mujeres tienen en su haber. Y si ella no te pela es porque se hace la difícil, insiste. ¿A poco no eres suficientemente hombre?
(*) Tercera nota al pie: Uno de mis amigos me dijo hace poco que si lo que quería era que un hombre se interesara en mí, tenía que hacerlo sufrir. Plantearme como algo casi imposible de alcanzar (tampoco demasiado difícil, para que no perdiera el interés, pero no muy fácil porque entonces qué chiste) y la verdad enfurecí ante el comentario. No soy un trofeo y no voy a actuar como objeto del deseo de nadie, porque soy sujeto. Actuar de esa forma es seguir perpetuando el estereotipo del hombre macho cazador que insistió hasta que la mujer aflojó. Y esa idea de andar revisando cada detalle de cómo me visto para verme atractiva, pero no puta, pero no tan casta, pero no tan ofrecida, pero… me da mucha flojera. Me tomó dos años quitarme la programación de mi prepa, tengo el derecho a vestirme como se me dé la gana y no ser acosada por ello.
Hoy salen las mujeres a marchar, no para ser mártires, sino para darle voz a un problema que está bien enraizado en nuestra sociedad. Se está lanzando la luz pública a un problema serio. Cada que veo en las pantallas del metrobús “9 de cada 10 mujeres se sienten seguras usando el metrobús” me pregunto a qué 9 mujeres les han preguntado, porque sé que no es el sentir general y me ofende que lo tapen. Pero todo es cuestión de educación. De re-enseñarnos a no estereotipar desde que nacemos. A no solapar a los hombres (ah, mujeres, son las mamás las que más machos crean) y a no aterrorizar a las mujeres.
(*) Cuarta nota al pie: Cuando me cayó el veinte de que somos las propias mujeres las que más fomentamos el machismo, fue una dura cachetada. En ese entonces yo tenía 22 años y el papá de mi hijo me estaba poniendo el cuerno con otra niña. La cosa escaló de tal forma que mi entonces suegra se enteró y me dijo tan tranquila: “Tu deber como su mujer y madre de su hijo es aguantar. Él es hombre y va a buscar aventuras, pero siempre va a regresar a ti, porque tú debes esperarlo”. Pensé que me había caído en el siglo pasado o más atrás, quizá. Confronté a la amante, que cortó a mi ahora ex. Ello provocó que él llegara a reclamarme, preguntándome quién me creía yo como para intervenir en su vida. Mi ex suegra también se enteró y me regañó por no ser una buena mujer. Fomentarle a los hombres que por ser hombres pueden poner cuernos, casi cual derecho divino, mientras que las mujeres debemos aguantar vara es un absurdo. Uno de los muchos que con la educación que estamos dando ayudan a mantener el machismo.
Confío en que de menos, más mujeres vamos a alzar la voz. Que el #VivasNosQueremos no se quede en un hashtag y que las historias de acoso no sean sólo una mala anécdota de todas las valientes (porque actualmente se requiere mucha valentía para decirlo en voz alta, para no sentirse amenazada) que están alzando la voz. Las mujeres tenemos que generar una red de protección real (que lejos queden las ideas de que la peor enemiga de una mujer es otra mujer, por favor) e iniciar un cambio en cómo educamos a hijos e hijas: respeto para todos, porque lo merecemos. No por el género, sino simplemente por ser personas.
Veremos qué pasa después de hoy.
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