3. Una vez en la isla

Hace muy poco le dije a mi amiga Ave que cada vez que escucho la palabra “Interesante” dicha como respuesta a un planteamiento, en mi cabeza resuena un diálogo:

Azaka: ¡Más divertido que jugar con los mangos!

Los cuatro dioses: ¿Una apuesta?

Ese diálogo antecede un pequeño número musical. Ti Moune acaba de rogarle a los dioses que le respondan si el amor existe, ante todo, si el amor es posible con un chico de los blancos, esos de piel color café suave y modales franceses. Momentos antes, Daniel ha pasado en su coche, a toda velocidad, por los caminos de la isla. Mientras Ti Moune está sentada, aparecen en escena los cuatro dioses: Azaka, diosa de la tierra; Agwe, dios del agua; Erzulie, hermosa diosa del amor y Papa Ge, terrible demonio de la muerte.

Los dioses se ríen de que la niña, una campesina de piel negra, quiere salir con uno de los hacendados. Azaka empieza a cantar:

Azaka: He de encontrar un árbol de mangos, dulces mangos, rico manjar. Toma un mango (lo lanza a Agwe)

Agwe: Un tierno mango, ¡mmmm! (se lo regresa a Azaka)

Azaka: Que esté jugoso, ¡ja!

Papa Ge: ¡Y venenoso! ¡Ah!

Azaka: ¡Tira el mango! (lo lanza hacia Ti Moune, que recibe un manganzo en la cabeza) ¡Pum! Que el golpe la haga entender.

Los otros dioses: Nunca va a entender.

Agwe: La voy a empapar.

Papa Ge: La voy a asustar.

Erzulie: ¡Déjenla en paz!

Los otros dioses: ¿Dejarla en paz?

Erzulie: Déjenla soñar. El amor es poderoso, si el amor es real puede soportar hasta el huracán (Agwe hace una seña de desdén) y a la muerte conquistar. (Papa Ge brinca)

Papa Ge: ¿El amor conquistar a la muerte? ¡Yo podría parar su corazón así! (chasquea los dedos)

Erzulie: (altanera y sin temerle) Tú podrás parar el latir de su corazón, pero jamás dejará de amar, si es lo que la niña escoge.

Papa Ge: ¡Ridículo!

Agwe: Interesante.

Azaka: Más divertido que jugar con los mangos… (volvemos al inicio de lo que narraba)

En mi cabeza, ese diálogo sigue sonando con música y aún podría cantárselos. Porque esa obra me la supe de memoria. Yo, a mis 16 años, fui Erzulie.

En la escuela en la que estudié secundaria y preparatoria existía una tradición: los alumnos de prepa montaban una obra musical cada año. La obra era dirigida por el profe Mario y su esposa era la coréografa. Las audiciones eran abiertas a todos los alumnos de prepa, pero se le daba preferencia a los de sexto para tener un papel, particularmente los protagónicos, pues era su último año en prepa.

En el ciclo escolar 2000-2001, la obra elegida fue Una vez en la isla: la historia de Ti Moune, la campensina que se enamora de Daniel, el hacendado. Una mezcla entre Romeo y Julieta y La Sirenita, si todo pasara en una isla caribeña y en lugar de hados o una bruja malvada existieran dioses que apuestan vidas humanas para ver quién es el más fuerte, el Amor o la Muerte.

Cuando audicioné comenté que me gustaría ser Erzulie: tenía suficiente peso en la historia como para ser ubicada, pero no cargaba con el papel principal. Además, su registro de voz no era tan complicado. Me gusta cantar, siempre me ha gustado, pero de ello no podría vivir.

Los papeles originalmente se los dieron a estudiantes de sexto salvo por el protagónico de Ti Moune, que se lo dieron a una chava de mi generación (es decir, de cuarto de prepa) y los papás de Ti Moune que eran de quinto. Fue un montaje accidentado que casi acaba cancelado.

Todo el primer acto de la obra estaba cargado de coreografías pesadas y nuestra coreógrafa era inclemente: debíamos dominar el cantar y bailar al mismo tiempo. Los ensayos era muy exigentes. El elenco no era tan entusiasta como los profes deseaban y amenazaron con cancelar la obra si no dominábamos las coreografías para equis fecha.

El elenco decidió convencer al profe Mario de que sí podíamos montar la obra y empezamos a ensayar por nuestra cuenta hasta dominar cada coreografía cantando sin sofocarnos. En el proceso, algunos alumnos desistieron. Nos quedamos sin Azaka, sin Erzulie y sin otros personajes. Al demostrarle al profe Mario que sí queríamos montar la obra, se hicieron nuevas audiciones. Me quedé con el papel de Erzulie.

Mi antagonista, Papa Ge, era interpretado por Javier Ruiz, un chico de sexto que disfrutaba mucho su papel de villano y que me ponía sumamente nerviosa. En la escena que les describí, me intimidaba. No lograba mantener mi mirada impertubable. Javier se propuso amedrentarme hasta que ya no lo consiguiera, para que el día de la función me quedara de lo más ecuánime cuando debía sostenerle la mirada antes de apostar la vida de Ti Moune. Javier lo logró.

Montar una obra de teatro es una tarea titánica. Requiere mucha pasión. Mucho esfuerzo. Se forma un vínculo entre los actores y los chicos de producción. Es un trabajo desgastante que da muchísima satisfacción al final. Nosotros nos tomábamos en serio el montaje. Aunque sólo fuera para presentar la obra en dos funciones el mismo día, el trabajo de un ciclo escolar completo era con el ahínco de quien va a tener una temporada larga.

Descubrí lo mucho que me gustaba estar en un escenario, bailar (aunque sea una piedra para ello), cantar y ser parte de una familia de locos que desean presentar una obra de teatro.

Una vez en la isla fue mi acercamiento inicial al teatro musical, amor a primera a vista. Y ahora sé que algún día la debo ver en Broadway: en diciembre de 2017 fue re-lanzada y actualmente hay funciones. Quizá se me haga ver a esos personajes que se enraizaron en mí (y que suenan en mi cabeza, aunque Ave me llame loca por ello) desde hace casi veinte años.

*Este posteo es parte de mi #100DaysProject: durante 100 días subiré un post con alguna anécdota personal o historia.
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