Siempre he pensado que el aprendizaje nos rompe un poco. Cambia nuestra forma de ver las cosas cuando aprendemos algo nuevo. El tema es que hemos crecido pensando que equivocarse es malo. No sé qué tanto se ha exponenciado con las redes sociales y el afán de tener siempre la razón, la última palabra so pena de ofenderse por todo aquello que no comulga con nosotros.

https://www.facebook.com/plugins/post.php?href=https%3A%2F%2Fwww.facebook.com%2Fvpvnerea%2Fposts%2F10157798746441562&width=500

En cambio, los errores, las fracturas de nuestro conocimiento, nos permiten crear algo nuevo. Reformarnos. El pensamiento es maleable, flexible, la capacidad de aprendizaje es ilimitada mientras que sigamos siendo curiosos.

Parece difícil en una sociedad a la que le cuesta muchísimo trabajo decir “No sé” o, peor aún, “Estaba equivocado”. Y es que, en una sociedad que se basa en el bluff admitir que uno no sabe puede parecer vulnerabilidad: una debilidad en lugar de una fortaleza.

Es por ello que es refrescante encontrar a quienes les gusta aprender, cometer errores y aprender de ellos. Me refiero a los que lo hacen en serio y no de dientes para afuera, como frase motivacional.

Lo japoneses, con todo el arte desgarrador que son capaces de crear, tienen el kintsugi, la práctica de reparar fracturas en cerámica con barniz o resina espolvoreada con oro. Eso deja más que a la vista las imperfecciones, a la vez que crea un nuevo objeto a partir de las fracturas. La filosofía detrás de esto es la de manifestar la historia y la transformación de la pieza.

Recientemente me topé con la canción Fractions del proyecto multidisciplinario Through Juniper Vale cuyo coro menciona algo muy similar, tanto que por eso lo relacioné con la tradición japonesa:

“Break me with the truth
Take on my fractions
Shape me something new
Out of the fragments
Light up this old soul
I was broken
Now I’m golden”

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=yDJM-aV-NCw?rel=0]

Muchas cosas en esta vida, particularmente las experiencias más fuertes, nos harían mejores si no despreciáramos los errores, abrazáramos el conocimiento que nos dejan y barnizáramos con oro las cicatrices. ¿Ustedes qué opinan?

La imagen de portada la tomé de un blog dedicado al arte del Kintsugi.

 

Ayer lo supe, porque me lo dijo primero un amigo mío: Dolores O’Riordan había muerto. Sabía que era el gran crush de mi amigo y que cuando me dijo “Todo está pinches mal con el mundo” lo decía en serio.

Luego, las redes sociales se llenaron de publicaciones al respecto. Vi que compartieron Linger como mil veces y varias notas que me negué a leer. Todas con la misma cabeza: Muere la vocalista de The Cranberries.

Conocí a los Cranberries hace casi 20 años, cuando yo estaba en tercero de secundaria. Mi amigo Patrick me había grabado en un casette el álbum “Bury the hatchett”. Cuando me dio la cinta me dijo, en una carta, que a él le servía mucho la canción Animal Instinct para sentirse mejor. Ese año, 1999, fue en el que Pat lidió con la enfermedad de su mamá y yo, con el segundo round contra el cáncer de mi papá. En esa época yo vivía en la casa de mis abuelitos, mi papá estaba hospitalizado. Ponía la cinta en la grabadora cuando me metía a bañar, le subía el volumen a todo lo que podía y me soltaba llorando en la regadera. Esos veinte minutos (entre desvestirme, bañarme, vestirme) con The Cranberries de fondo eran el único momento del día en que me permitía llorar, de coraje y de tristeza, por la enfermedad de mi papá.

En esa misma época, otro amigo me prestó el álbum “No need to argue”, que también grabé en casette. Alternaba ambas cintas y poco a poco esas canciones permearon en mí.

La voz de Dolores se me hizo singular. Lo mismo tonos graves que subir a agudos, ese fondo rasposo… nada que ver con las otras voces femeninas que había escuchado. Era imposible no distinguir que era ella quien cantaba cuando sonaba una de sus canciones.

Dolores gif

Promises y Zombie fueron las dos rolas que dos años más tarde, cuando yo estaba en quinto de prepa, elegimos una amiga y yo para cantar frente a la escuela. La batería en esas canciones (particularmente en la primera) me cautivaba y siempre he soñado [guajiramente, porque de cantante no tengo nada] poder cantarla en vivo con alguien tocando la batería con ganas y energía.

“Wake up and smell the coffee” fue el primer CD que me compré, tras esperarlo mucho tiempo. This is the day se volvió el track de preferencia cuando escribía sobre cierto personaje en una historia que estaba desarrollando en ese entonces. Yo aún estaba en prepa.

Otras canciones me han calado:

Dying in the sun sonaba cuando me avisaron que alguien conocido había intentado suicidarse y estaba en observación médica. Linger se la dediqué a mi peor-es-nada de mi último año de prepa (aunque Complicated de Avril Lavigne explicaba a pie juntillas nuestra no-relación, era la voz de Dolores O’Riordan particularmente en la versión de lo mejor de los MTV Unplugged la que expresaba mi sentir).

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=FwmQ18w-dwY?rel=0]

Cuando conocí al amigo que me avisó de la muerte de Dolores y me contó su crush con ella, puse en mi bucket list que él fuera el baterista para esa tocada ficticia de Promises.

Dolores, sus letras, me consolaron en mis momentos de dolor. Qué ironía. Quizá no soy la más fan: no tengo todos sus álbumes y no me sé todas sus letras. Aunque claro, no me sé todas las letras de ningún artista porque mi memoria descarta lyrics (supongo que para guardar espacio en disco duro para otras cosas, como detalles de mi trabajo o el cumpleaños de mi mamá).

Ayer no quise escuchar nada de ellos, de los Cranberries, porque temía soltarme llorando. Las canciones cargan mucho significado y saber que la poderosa voz que tanto me conmovió ya no canta en este plano de la existencia me puede mucho.

Lo que hice hoy fue una lista en Spotify con las canciones que me cautivaron.

Y sorprenderme de esa capacidad humana de llorar y condolerse ante la muerte de otra persona, sin importar que no la conociéramos.

Pues en efecto, me siento triste por la muerte de Dolores. Quizá por eso mismo, las canciones me suenan más tristes que antes. Lo bonito es que le deja al mundo un legado: sus canciones y su voz.

Dolores

El inicio de año siempre es esa oportunidad para hacer propósitos, plantearnos objetivos y hacer cambios en nuestra vida. O para retarnos a salir de nuestra zona de confort.

Si bien yo no creo en los propósitos (me gusta más plantearme un par de objetivos a cumplir durante el año y trabajar para alcanzarlos) me gusta mucho ver qué retos surgen en las redes sociales. Hay retos de todo tipo: para escribir, para leer, para ser mejor persona. Es por eso que hoy les traigo un par de retos que he visto que se han lanzando en las redes sociales.

Retos de Lectura

Primer reto anual de Los Comicólogos: 12 cómics para vivir un año increíble

Los Comicólogos es un grupo de chicos que leen y hablan sobre cómics. Es por eso que su reto de lectura es, claro, de lectura de cómics. Es un reto intenso que ellos mismos clasifican como de dificultad mediana. Si es su acercamiento a los cómics tal vez no sea tan fácil entrarle a todas las opciones que ellos plantean, pero ¡hey! Hay que explorar alternativas ¿no? Conozcan el reto completo aquí.

Reto Comicólogos

12 libros en un año: Catadores de Libros

La cuenta de @catadoresdelibros lanzó un reto sencillo de lectura. Un libro por mes, donde hay que cumplir con una característica. Este reto ya se volvió viral (quizá por la simpleza del mismo) y es ideal para empezar a leer.

retolector

Reading Challenge: Goodreads

Cada año, la plataforma para compartir tus lecturas, citas y autores favoritos invita a sus usuarios a retarse a sí mismos poniendo una cantidad de libros para leer en el año. Acá la idea es poner un número e ir registrando a lo largo del año las lecturas hechas. Uno puede ver qué retos se han impuesto sus amigos. Si eres fan de la plataforma Goodreads, seguramente ya estás familiarizado con este reto tan sencillo o tan complicado como desees imponerte.

Retos de Escritura

#Escritura2018

El año pasado a través de sus transmisiones de Periscope (que ya han migrado a transmisiones en YouTube) los escritores mexicanos Alberto Chimal y Raquel Castro lanzaron la iniciativa #Escritura2017 para cumplir un objetivo de escritura. No era un taller ni nada similar, simplemente compartir con el mundo algo escrito, mientras que Alberto y Rauqel lanzaban cada mes ideas para trabajar mejor como escritor.

Este año, la iniciativa regresa con más fuerza: #Escritura2018. El reto lo pones tú mismo: el chiste es escribir. Los videos que suben Alberto y Raquel son un buen apoyo. El hashtag sirve para encontrar en Twitter a los que participan, comparten dudas y herramientas y vuelven un trabajo personal en algo compartido. Conozcan la invitación a escribir aquí.

Reto semanal de escritura: 52 semanas para escribir

Jorge Tirzo lanzó una serie de ideas para escribir este año. Son 52, una por semana, porque como él mismo explica, funciona mejor cuando tiene fechas de entrega. Es un reto que queda a la par de #Escritura2018 y que da buen punto de partida si la idea es ejercitar la pluma. Pueden ver el listado acá.

Retos de mejora personal

#BohoBerryChallenge

Los que son parte de la comunidad de BuJo conocen a Kara Benz, aka Boho Berry (o de menos la han visto mencionada) que es una de las grandes gurús que hay al respecto del uso del Bullet Journal como herramienta de productividad y de autocuidado. El autocuidado no es sólo el hecho de darse tiempo para uno mismo, sino también el hacer pausas para ver cómo estamos y a dónde vamos.

Por eso, los retos que ella lanza mes con mes (que acaban siendo 365 días de reflexión) se me hacen ideales. Cada mes, ella saca un listado de los “prompts” para reflexionar, todos alrededor de la temática del mes. El de enero es para ver dónde está cada quién, un buen punto de partida para analizar a dónde queremos llegar este año. La actualización es en el blog de Kara y pueden ver el reto de enero acá.

BBC-JAN

¿Qué dicen? ¿Se apuntan a algún reto? ¿Qué retos son los que les interesan?

 

Mujer moderna

Entre más lo pienso, más me parece que la sociedad en general se ha timado a sí misma, creando sin notarlo unas trampas terribles que siguen manteniendo a las mujeres atrapadas en cosas quizá más estresantes (o sólo un nuevo tipo de estrés, no lo sé, no me consta) que el estrés de antes de que empezara el movimiento feminista.

Nací en los 80’s: para mí la educación ya era un derecho y el que las mujeres también trabajaran ya no era una excepción sino una constante en México, porque el sueldo de uno no alcanzaba para sostener a una familia de al menos tres o cuatro personas en la mayoría de los hogares.  Crecí con la idea de que no necesito un caballero que me defienda, ya que puedo hacer lo que yo desee. Mi primer desencuentro amoroso fue a los 17 años, cuando el niño que me gustaba me decía que podía salir conmigo mientras que nadie lo viera porque yo era “una nerd y podía arruinar su reputación” (nótese que él era un wannabe de ser cool y que toda la generación sabía perfecto que salíamos, pero bueno). ¿Ser inteligente y preocuparme por mis estudios era malo? Había crecido bajo la premisa de “Estudiar es tu única obligación” y que sólo estudiando podía ser alguien—aunque jamás me dijeron quién—en la vida.

Lo que no me dijeron, pero creo que fue porque nadie lo supo prever a tiempo, fue que mientras a las mujeres de clase media nos decían que podíamos hacer lo que quisiéramos, que éramos fuertes, que no éramos princesas, que podíamos trabajar, estudiar y ser amas de casa, a los hombres en el mejor de los casos sólo les dijeron que debían respetar a las mujeres. De repente los hombres se encontraron fuera de lugar.

De los pleitos más fuertes con cada uno de mis ex’s ha sido el “Es mi deber ser el proveedor” (palabras más, palabras menos, el mensaje central era ése). Pero ¿por qué carambas si yo no necesito que me mantengan? ¿No ven que soy una mujer fuerte, independiente, capaz y estudiada? Mientras que a las mujeres de mi generación nos alimentaron de esa forma las ideas, a los hombres les decían que deben ser fuertes, protectores, los proveedores del hogar… básicamente lo mismo que llevan generaciones enteras diciéndoles. Viene un choque cultural muy fuerte. Veo casos de hombres que quieren ser proveedores y al no poder serlo (porque la economía no da o porque simplemente la mujer no quiere) se frustran y ponen en juego una relación por encima de su orgullo. Ese veinte me cayó hace poco con un diálogo de la película The intern que, a mi parecer, refleja muchos conflictos de la llamada mujer moderna:

Jules: Here’s my theory about this. We all grew up during the “take your daughter to work day” thing, right? So we were always told we could be anything, do anything. And I think guys got, maybe not left behind, but not quite as nurtured, you know? I mean, like, we were the generation of “you go, girl.”We had Oprah. And I wonder sometimes how guys fit in, you know? They still seem to be trying to figure it out. They’re still dressing like little boys. They’re still playing video games. Well, they’ve gotten great. So…

Davis: I love video games!

Lewis: Oh, boy.

Jules: How, in one generation, have men gone from guys like Jack Nicholson and Harrison Ford to… take Ben, here. A dying breed. You know? Look and learn, boys. Because if you ask me, this is what cool is.

Lo malo es que ni siquiera ven que ser mujer moderna es una joda.

Tanto nos han dicho que no sólo podemos sino que —pareciera que es casi fundamental dentro del ser mujer liberada— debemos hacerlo todo al mismo tiempo que ser mujer implica vivir con una culpa eterna. Si una trabaja porque es necesario trabajar y mantener a los hijos, y por lo mismo deja a los hijos en la guardería desde pequeños, hay culpa. Si una no trabaja para dedicarse a los hijos, al menos en el primer año de vida, hay culpa. Si una, después de estar trabajando jornada completa (y no me vengan con que son 8 horas, porque entre ir y venir y lo que exigen las empresas las jornadas son de 10 a 12 horas mínimo) se siente cansada y no quiere hacer el quehacer, hay culpa. Y así podemos seguirle. Esa idea de ser Superwoman nos está matando. Un amigo mío me decía, en inglés por el juego de palabras, You can do anything, but you can’t do everything. Hace apenas un año lo acepté. Es cierto, puedo hacer lo que quiera, pero no todo al mismo tiempo. Y se vale. Puedo ser mamá, periodista, mi propia jefa, estudiante, los roles que gusten y manden Y cansarme por ello. Sigo siendo humana.

Pamper me

Lo malo es que parece que todo el tiempo tenemos que demostrarle a alguien que sí podemos. Sí puedo ser mamá y tener mi negocio y seguir estudiando y ¡vean! Leo 50 libros al año, tengo vida social y no me canso nunca. Yo he caído en ese error de comentar todo lo que hago casi al mismo tiempo pero ¿saben? Realmente me quería convencer a mí misma de que podía hacerlo todo, porque soy una mujer liberada y moderna. Error.

Pedir ayuda y necesitar descanso, apoyarse en alguien (familia, pareja, amigos) es válido. ¿Por qué seguirnos matando en ese afán de hacerlo todo al mismo tiempo? No somos menos mujeres. Además, los hombres también necesitan que los apoyemos. De vez en cuando que ellos sean los que entren al rescate, no porque lo necesitemos las mujeres, sino porque ellos pueden ayudarnos.

Tengo un amigo con el que platico mucho. Varias veces me ha dicho “A ver, ¿quieres que te escuche o quieres una solución?”. Diez años de conocernos nos han llevado al entendido de que él, por naturaleza, va a tratar de solucionar lo que sea que yo le plantee. Así fue programado: los hombres deben dar soluciones. Hemos llegado al entendido de que si bien muchas veces yo necesito verbalizar las cosas porque así me entiendo, cada equis tiempo dejo que me diga qué cree él que debería hacer. No es por hacer más a uno y menos al otro. Es por tratar de hallar el punto medio ante paradigmas que se contraponen.

La verdad yo tampoco sé bien qué va a hacer mi hijo en el futuro. Sé que lo estoy educando para ser independiente y para ser un hombre que respete a los seres humanos. ¿Eso funcionará? No tengo idea, porque hay muchos paradigmas añejos que no hemos roto y ahora arrastramos la joda de que ser mujer moderna es ser todo poderosa, cuando eso también es un error.

Cuando a uno le gusta escribir, a veces es necesario tener un pequeño empujón para atreverse a publicar. Al menos es lo que me ha pasado con mis textos más largos que una entrada de blog. Es por eso que yo, a reto personal, quiero entrar a algún buen concurso. Y buscando encontré tres que cierran en abril, así que se los comparto.

2° Premio Mauricio Achar

Este premio es de Random House Mondari y es el segundo año que se abre la convocatoria.  Es Gandhi quien publica la convocatoria, y es para residentes de México exclusivamente (aunque sean extranjeros, pero deben tener al menos cinco años en territorio mexicano). Se trata de un concurso que busca novelas de autores noveles—que tengan por mucho una novela ya publicada.

Tipo de texto: Novela

Extensión mínima: 120 páginas, a entregar por triplicado a doble espacio en una cara, hojas tamaño carta.

Seudónimo: Para este concurso es indispensable entrar con seudónimo, por lo que piden un sobre cerrado con los datos reales del autor.

Premio: $250,000 (no puede declararse desierto)

Fecha límite: 13 de abril, 2016

Para bases completas lee acá

XV Concurso de Cuento Juan José Arreola

Este premio es convocado por la Universidad de Guadalajara, para todos los cuentistas mexicanos. Sí, éste es un premio exclusivamente para México.

Tipo de texto: Cuento

Extensión mínima: 80 páginas (un máximo de 120), a entregar por triplicado a doble espacio en una cara, hojas tamaño carta.

Seudónimo: Para este concurso es indispensable entrar con seudónimo, por lo que piden un sobre cerrado con los datos reales del autor.

Premio: $100,000 (puede declararse desierto)

Fecha límite: 29 de abril, 2016

Para las bases completa lee acá

cartel_xv_cncjuanjosearreola2016

Premio Minotauro

Convocado por Grupo Planeta para el sello Minotauro, es la edición 13° de este premio que busca novelas de ciencia ficción, fantasía o terror, escritas en español.

Tipo de texto: Novela

Extensión mínima: 150 páginas, escritas por una cara a doble espacio. Puede mandarse por correo electrónico.

Seudónimo: Para este concurso no es necesario entrar con seudónimo, aunque se puede.

Premio: €6,000  (puede declararse desierto)

Fecha límite: 30 de abril, 2016

Para bases completas lee acá

Muchas cosas en esta vida pasan sin que lo planeemos. Otras, se acomodan como menos lo esperamos. Desde el año pasado, con el equipo de la revista Kya! he estado trabajando un Círculo de Lectura a distancia. Generar una plataforma para una comunidad lectora que comparta virtualmente la experiencia de leer un libro, guiados por el autor del mismo. Por distintos motivos, es un proyecto que no ha arrancado todavía.

Curiosamente, ayer en Facebook uno de mis contactos publicó que si alguien se interesaba en entrarle a un intercambio de libros. Me animé a decirle que yo y me explicó un sistema que suena a pirámide y que tiene muchos asegunes para mi gusto. Si son lectores, quizá ya hayan topado con ello en sus redes sociales: se convoca a 6 personas a enviar un libro a una persona por correspondencia y luego invitar a otras 6 a que hagan lo mismo, para que envíen libros a la persona que te invitó a ti en primer lugar. Problemas:

  1. Hay que dar tu dirección para que los contactos de tus contactos te manden un libro.
  2. No hay garantía de que te envíen libros, aún cuando tú cumplas con tu parte de enviarle a un desconocido un libro
  3. Piden en general que compres el libro a mandar y, bueno, la economía no está como para andar regalando a extraños.

Decidí de entrada intentar replicar, con unos ajustes el chiste, como enviar yo a mis contactos un libro de agradecimiento por entrarle a esta cadena. Sin embargo me enfrenté a varias cosas al mismo tiempo: mis contactos gustan de leer, y cuando pedí 6 voluntarios ¡se apuntaron más de 25! Luego ¿cómo les iba asegurar que sí iban a recibir libros? Y si bien yo confío en ellos, ya es mucho acto de fe dar mi dirección para que sus contactos me manden a mí libros.

Así que mejor cambié la dinámica por completo.

A todos los que me dijeron que le entraban les puse las mismas reglas:

  1. Deben mandarme su dirección por mensaje individual. Yo seré la única que maneje todas las direcciones, con eso les aseguro a mis contactos que no estoy generando una base de datos que venderé para que luego los acose quién sabe quién.
  2. Cada uno de los participantes debe pensar en un libro a compartir. Nuevo o usado, no importa. Y poner dentro de las primeras páginas una nota de por qué decidieron que era el libro a compartir.
  3. A cada participante yo le mando nombre y dirección de la persona a la que le mandarán el libro.
  4. Cada participante debe sacar foto del libro que mandará y etiquetarme en Facebook para saber que ya lo mandaron.
  5. Cada participante debe sacar foto del libro que recibió y etiquetarme para saber que sí recibieron algo.
  6. Si al acabar de leerlo quieren compartir con alguien más, me avisan y yo les paso otra dirección.

Aquí no hay un periodo de tiempo específico. Y dependiendo de los tiempos de cada quién se mandará/recibirá más de un libro. Es un experimento. Compartir gustos literarios. No suena a mala idea. Claro, mis hermanas me decían que debería poner un rango de páginas, para que no le manden un tabique de Ken Follet a una persona y otro reciba un libro álbum nada más (¿qué tal que el que recibe el libro de Follet no tiene tiempo y el del libro álbum tiene todo el tiempo del mundo?). También hay que ver cómo hacerle para que no vaya a ser la mala pata de mandar un libro que ya hayan leído antes.

Como sea, me aviento el rollo de organizar esto, esperando sea el primero de muchos intercambios literarios por correspondencia. Crear redes, fomentar la lectura. A ver qué pasa.

Escucho música muy variada. SI bien en general la mayoría de mi música es en inglés, idioma que manejo bastante bien, mi audiotieca incluye música en japonés, en islandés, en ruso, en idiomas inventados que no se hablan en ningún lado y el idioma más reciente en las adquisiciones es el sueco.

Conocí a la banda Kent por unos amigos hace poco más de un año. Ellos eran fans de la banda y llevaban rato insistiendo en que los escuchara y una noche me puse a escucharlos. Comenté en Twitter que me gustaba lo que estaba escuchando y mis amigos empezaron a tuitearme una larga lista de canciones por escuchar.

Poco a poco le fui dando más oportunidad. Compré el año pasado vía iTunes el álbum más reciente de Kent (que había salido en 2014) y la canción “Var är vi nu?” se convirtió en una de mis mayores obsesiones musicales.

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=ykM558k_D0w]

Las rolas eran para mí lo que llamo jitanjáforas musicales. Me suenan bonito pero no las entiendo, y justo por ello me cautivan. Sin embargo, desde finales del año pasado les pongo más atención. Me empezó a pasar como con el japonés (que llevo varios años escuchando): palabras por aquí y por allá las empecé a identificar y a entender. Empecé a buscar sitios donde encontrara las letras traducidas y gracias a Apple Music pude hacerme de mucha más música de Kent— la banda existe desde 1990, por lo que la discografía es muy amplia.

Hace dos días le comentaba a mi hermana que encuentro muchas similitudes gramaticales y sintácticas entre el sueco y el inglés. Por ejemplo, la canción ya mencionada significa, en inglés Where are we now? Otra de las canciones que me gustan, “Jag ser dig” significa I see you y en el coro dice “Jag kan ser dig” que sería I can see you.

El notar esta similitud con un idioma que domino me emocionó bastante: significa que me será más fácil estudiarlo. Veremos qué tal, pues ahorita lo único que puedo hacer es estudiar en línea con cursos gratuitos como los que comparte Open Culture.

Mientras, les dejo Jag ser dig

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=mnlGmsoOBn0]

Ayer escribí acerca del libro Espectacular de cuentos, antologado por Michael Chabon y traducido al español por los escritores Alberto Chimal y Raquel Castro. Mientras tecleaba la reseña tracé un párrafo que después noté merecía un post propio:

“Antes de platicar sobre los cuentos del libro en sí, debo decir algo: yo empecé escribiendo cuentos muy joven. Mis influencias venían de mis lecturas de cuentos infantiles al inicio, y luego en secundaria y prepa de muchos cuentos de grandes escritores como Edgar Allan Poe, Mark Twain, Pearl S. Buck, Rudyard Kipling entre otros. En mi secundaria y mi prepa llevé literatura inglesa y americana, además de la consabida materia de literatura en español. Ello provocó que leyera muchas historias cortas y que me enamorara de este tipo de narrativa. Con el paso de los años dejé de leer (y de escribir) cuentos. No sé si fue la vida o que cada vez fue más complicado que encontrara buenas historias, el punto es que dejé los cuentos”.

Aquí va el post dedicado a los cuentos.

Hace muchos años, cuando apenas iniciaba una relación con el que ahora es mi ex, hubo un desencanto quizá absurdo. Mi mamá estaba viendo la película Yo, robot con Will Smith. Comenté que yo no entendía cómo podían hacer una película acerca del libro de Isaac Asimov, si son cuentos. Mi entonces novio dijo que era igual, pues los cuentos sólo son novelas muy, muy cortas. Mi mamá contempló al chico y le dijo: “Si vas a salir con mi hija, debes entender que no puedes decirle eso”.

En efecto, yo estaba en absoluto shock. Si bien para mí las etiquetas en literatura no son necesarias, es cierto que existen diferencias muy claras (al menos yo creía que eran obvias) entre lo que es un cuento o historia breve y lo que es una novela, empezando por la complejidad de los personajes y de la historia misma. Mientras que Quiroga decía en su decálogo para el buen cuentista que hay que “tomar a tus personajes de la mano y llevarlos al final del camino sin detenerse en los detalles alrededor”, en las novelas los detalles importan y enriquecen la historia, los personajes secundarios pueden abundar y el novelista puede, si quiere, detenerse en los detalles de la psicología y el pasado de varios de los personajes.

Como mencioné antes, crecí leyendo cuentos. Muchos cuentos. Y escribiendo también cuentos donde la atmósfera siempre fue sobrenatural. Una amiga describió mis relatos como “perfectamente normales hasta llegar a la tercera línea y notar que la locura y la muerte rondaban en las esquinas”. Si de etiquetas se tratara, dirían que mis historias son de fantasía o, quizá, de horror. Culpo a la notable influencia de Poe, de Quiroga, de Lovecraft y las muchas antologías de cuentos de fantasmas y horror que leí en mi adolescencia.

Por lo mismo me identifiqué mucho con las atmósferas extrañas de los textos de Neil Gaiman cuando en la Navidad de 2009 mi entonces novio me regaló The Graveyard book con la nota “Te presento a tu nuevo autor favorito”. Sin embargo, para ese entonces yo ya me había alejado de los cuentos, tanto los propios como los ajenos.

Estaba surgiendo la tendencia de escribir historias no tan relevantes. Personajes ordinarios, con vidas ordinarias donde no pasa nada muy extraordinario. Contar breves fragmentos de la vida de alguien. No sé si con el afán de mostrar la decadencia de la sociedad o de la imaginación, el punto es que no me atrapaban. O tal vez ya no sabía dónde encontrar buenas historias.

Y noté que sin inspiración, sin historias que me emocionaran, las propias cada vez surgían menos. Eso, mezclado con los años complicados que viví y que mencioné en mi regreso a estos lares, me mantuvo alejada de las historias breves.

Afortunadamente, no me peleé con el cuento. Fui leyendo los de Neil Gaiman (su maravilloso libro M is for magic me devolvió la fe en la fantasía macabra de los cuentos) y me obsesioné con conseguir los originales de los hermanos Grimm—que por cierto, sigo sin obtener. A mediados del año pasado cayó en mis manos la antología Manda Fuego de Alberto Chimal, cortesía del propio autor.

Irónicamente, a pesar de llevar años de seguirlo en redes sociales y leerlo en su blog, así como eventuales charlas con él y su esposa, no había tenido oportunidad de leer libros de él. Cuando empecé a leer los cuentos de esta antología me emocioné. Incluso recuerdo que le escribí un mensaje de WhatsApp a otro amigo “¿Cómo es posible que no hubiera leído a Alberto antes? ¡Sus letras son fantásticas!”. Mi amigo, lector sorprendente (la cantidad de libros que puede leer en un año es obscena) me contestó que tengo que leer la novela La torre y el jardín (otro libro que se niega rotundamente a caer en mis manos, maldita sea). Luego, en septiembre, fui a la presentación del libro Los atacantes, también de Alberto. El libro presenta breves cuentos que no dejan dormir. Más explicación en este video.

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=Dj_Q62rtT2A]

Finalmente, al reacomodar mi eternamente desbarajustado librero, captó mi atención un libro pequeño que me regaló una amiga en diciembre de 2014: Y, sin embargo, es un pañuelo. El autor, J. Muñoz de Baena, escribe 20 cuentitos con un humor pícaro y una ocurrencia típicamente mexicana. Estos tres libros me hicieron:

  1. Envidiar a los autores por su imaginación. Generalmente las letras que me hacen admirar a sus autores me generan también esa sensación de envidia “¿cómo no se me ocurrió eso a mí?”
  2. Retomar el gusto por los cuentos y hacerme buscar más.
  3. Retomar la escritura de cuentos.

Es así como opté por llevarme Espectacular de cuentos a mis vacaciones de fin de año: para terminar/iniciar año con historias breves. En este redescubrimiento de mi primer amor literario, llega el ímpetu de las letras que quieren salir de mi mente. Y el afán de compartir, claro. Por ello de Reyes Magos le regalé a mi hermana el libro Mirrors and smoke de Neil Gaiman y me regalé la antología 2015 The best american science fiction and fantasy que contiene 20 historias breves.

Libros 2016

Mis primeros libros del 2016

Ya les contaré qué tal mi segundo aire con los cuentos.

Por Elizabeth Bishop

Ilustración “Blue Field Memories” de Anne-Julie Aubry (detalle)

The art of losing isn’t hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster,

Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn’t hard to master.

Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.

I lost my mother’s watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn’t hard to master.

I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn’t a disaster.

– Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan’t have lied. It’s evident
the art of losing’s not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.

Esta semana será mi cumpleaños número treinta. Por diversas cuestiones, el festejo de tal cosa se hizo el fin de semana pasado. Estoy acostumbrada a pasar mis cumpleaños con mis amigos. Pero es el primer año en un ratote que lo paso tan bien, tan feliz y tan plena. He estado revisando las fotos de este festejo y mi sonrisa es enorme.

Ocurre que durante mucho tiempo sentí la gran necesidad de ser alguien más, para darle gusto al mundo. Fue negarme a mí misma y perderme en el proceso. Cumplir las expectativas de otros lleva a una profunda infelicidad. Este último año de mi década de 20’s ha sido muy intenso, lleno de aprendizajes y ante todo, alegrías.

Un amigo mío me decía hace poco: “Nerea, eres una gran mujer. Nunca dejes que nada, ni nadie —particularmente tú misma— te haga creer lo contrario”. Mientras me lo decía yo estaba tratando de voltear hacia otro lado, por lo que me tomó por la barbilla “Look at me!” me dijo alzando mi rostro para que mis ojos encontraran en los suyos la seriedad de quien revela un secreto importante antes de decirme que confíe en mí contra todo.

Este año me sorprendí por la cantidad de gente que hay a mi alrededor. He aprendido que mis amigos están ahí para todo: sé que estarán ahí para darme zapes cuando me gane lo negativo; sé que estarán ahí para atraparme cuando me caiga desde las alturas, para recoger los pedazos y ayudarme a rearmarme cuando yo no halle el rumbo; sé que estarán para debrayar conmigo felizmente cada que sea necesario: reír, compartir, hacerme creer en mí de nueva cuenta. “Eres una mujer asombrosa, todos los que estamos a tu alrededor lo vemos, falta que te lo creas”.

A lo largo de este último año de mis 20’s me lo he empezado a creer. Ser quien soy no es negativo, por el contrario. Soy una mujer afortunada que ha cosechado amor y estima a mi alrededor. Ha sido un año fructífero, en el que he impartido talleres, dado clases, reído, cantado, llorado, bailado y gozado como hacía mucho tiempo no pasaba. Hubo momentos tristes, pero mi gente jamás claudicó. Y han hecho hasta lo imposible para que yo me vea como ellos me ven: una mujer fuerte, a veces muy necia, capaz de superar cualquier reto. Alguien dispuesta a estar para los demás.

Hoy puedo decir que estoy feliz de ser quien soy. Y eso no tiene precio. Me ha costado reconocer lo que sé y lo que puedo aportar al mundo. En esta idea de que es malo cantar uno mismo sus alabanzas y hay que ser modesto he caído en el extremo opuesto de menospreciarme. Pero eso ha llegado a su fin, pues me puedo ver al espejo y sentirme orgullosa de quién soy, lo que he planeado para mi vida, lo que he hecho hasta el momento.

Fui feliz como maestra y amo impartir talleres. El resultado se ve reflejado en ex-alumnos que me saludan con gusto, que me siguen compartiendo sus vidas y sus logros. Sigo sacando adelante un proyecto cultural enorme, con un equipo de trabajo que no hace más que seguir creciendo y sorprendiéndome por todo lo que han logrado, simplemente porque han decidido seguir mi sueño. Admiro profundamente a mi Staff Kya! He tenido la fortuna de entrevistar a personas sumamente talentosas, escritores, artistas plásticas, pintoras, me han abierto las puertas para compartir un poco de su experiencia simplemente porque he tenido el atrevimiento de pedirles un poco de su tiempo.

Gracias a todos los que han estado para mí en cada momento, cada paso. Tengo amigos de toda la vida y amigos recientes. Sin duda alguna, jamás he estado sola. No tendré mucho conocimiento ni mucha riqueza material, pero a nivel emocional creo que nada me falta. E iniciar así la tercera década de mi vida es enorme.

(*) Ésta es la primera de 3 reflexiones alrededor de mi cumpleaños. Por algún motivo, cumplir 30 me tiene muy reflexiva. Y no, no es porque me traume la edad. Ha sido un año en particular lleno de pensamientos y reflexiones.