Ilustración de Ahmed Awaad

Fue una explosión, tan sorpresiva que los cinco minutos siguientes, arriba, entre estrellas y galaxias, no fueron tan desconcertantes como uno supondría. Simplemente se habían abrazado, pero la corriente eléctrica los mandó volando lejos, fuera de este mundo o de cualquiera conocido por la humanidad. Estaban en un sitio destinado sólo para ellos, lo sabían, no importaba que ya nadie más pudiera llegar. “No te aguantes la tensión sexual, puede ser volátil”, le había dicho su mejor amiga. Pero esto iba demasiado lejos ¿no?

Esa sensación era mágica, quizá no era lujuria como antes intuían, sino un verdadero enamoramiento y todo lo de antes, de las vidas pasadas había sido una farsa. Era su pequeño secreto, era un mundo exclusivo para ellos dos. Mejor no soltar el abrazo, mejor disfrutar cada instante, porque el mundo real se empeña en robar la felicidad y maldecirla, dilapidarla, echarla a perder, romperla, pervertirla. Eso era puro. No era sexo, no era hacer el amor, era, como dijera Cortázar: ser hecho por el amor. Y ahora ¿qué seguía? Una galaxia por descubrir, una vida por crear, algo que compartir: su propio Big Bang.

No, ni madres, jamás lo iban a compartir.

¿Desea hacer este mundo privado?

Sí, por favor.

Las redes sociales de ambos desaparecieron, cualquier rastro de ellos se hizo inexistente. Ahora sólo eran ellos, con las estrellas y la galaxia ajena. Por siempre jamás.

 world

1 comentario
  1. Andres
    Andres Dice:

    Muy bueno, me identifico con ese deseo de poder conectarse con alguien.
    Difícil de lograr en el internet de 2017 donde todos portan alguna máscara o rol
    Aunque me pregunto si es humano el no querer buscar compartir la felicidad propia con sus otros seres queridos.

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