Cronómetro 3
Ilustración de Jovanna Plata
Siempre me he considerado una buena persona, contrario a lo que Damián y Lilith pueden decir. Claro, a ellos les gusta chingar a la gente, escondiéndose detrás en las sombras, metiendo el pie al que va pasando (literal y metafóricamente) pero a mí me gusta ayudar a las personas: cuando se caen, los levanto. Cuando tienen un problema, los escucho.
Lo malo es que Damián y Lilith tienden a chismear lo que escuchan: siempre con la oreja parada, o las antenas, o como gusten decirlo, para a la primera que puedan, soltar a los cuatro vientos lo que saben. Así es como he perdido muchos amigos. Por lo menos eso es lo que me dice Mamá. Dice que es por culpa de los pequeños diablillos que nunca me dejan en paz y que nada tiene que ver que seamos hermanos trillizos y estemos pegados y parezca un monstruo de tres cabezas.
Normalmente a Lilith y Damián les gusta quedarse bajo la capa de plumas que me hizo mamá hace años, así se esconden mejor. Y entonces parezco normal. Pero quizá nunca seré normal. A ver, díganme ¿qué es normal? Si ustedes escuchan voces en su cabeza son más anormales que yo: de menos las voces que escucho todo el tiempo están al lado de mi cabeza, no dentro. Entonces creo que soy más normal que ustedes ¿o no? Las apariencias engañan tanto. Me puedo ver monstruoso. Pero siempre me he considerado una buena persona. ¿Ustedes quieren ser mis amigos?
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