La polilectura
Desde que tengo memoria, leo varios libros al mismo tiempo. Bueno, no literal al mismo tiempo, pero sí en el mismo periodo. No sé a ciencia cierta de dónde salió la costumbre, pero eso de la “monogamia lectora” no se me da. Fui muy consciente de ello en la licenciatura: si no tuviera el hábito de leer varios textos diferentes en el mismo periodo me habría costado la vida acabar con mis tareas—teníamos que leer un aproximado de dos libros por semana, entre artículos, libros y demás.
Muchos me han dicho que no pueden leer más de un libro porque se pierden o porque eventualmente uno les llama más la atención y dejan de lado los demás. En mi caso es justo a la inversa: quedarme con un solo libro suele aburrirme. No porque el libro no sea bueno, sino porque mi mente es inquieta. Distintos libros, para distintos momentos.
Además, no sólo leo narrativa. Suelo leer otro tipo de textos. Me he ido especializando en comprensión lectora, por lo que tengo varios libros respecto al tema. Amo las novelas, particularmente las de fantasía o de literatura de la imaginación (término un poco más abierto pero igualmente acertado). Reseño libros para la revista, por lo que debo leer libros de diversas editoriales para comentar sus contenidos en la recomendación de los jueves. Siempre traigo un libro en mi bolsa—es un salvavidas cuando hay que esperar, o simplemente para abstraerse durante los trayectos en esta Ciudad Monstruo— pero no todos los libros permiten ser leídos por espacios breves de tiempo.
Hay libros para todo: libros que necesitan masticarse poco a poco, con lápiz o marcatextos en mano para resaltar las partes importantes. Y esos libros (libros de estudio, les digo yo) no son aptos para la atención dividida que requiere la lectura en transporte público, sobre todo cuando uno tiene la habilidad de perderse en la ciudad sin importar cuántas veces vague pro las mismas zonas. Hay libros que te atrapan como miel pegajosa y no los puedes soltar hasta que los acabes. Hay libros que cuentan breves historias y sirven para momentos ligeros. Hay libros que alimentan los sueños y son ideales para reposar en la mesa de noche. En fin, la variedad sigue y sigue.
Alguna vez, sabiendo que leía varios títulos en el mismo periodo, alguien me acusó de poser, de no leer en serio. (Ya también me han acusado en redes sociales que si presumo mis libros es por pose y llamar la atención “Mírenme, estoy leyendo, mi hijo está leyendo”, cosa que en realidad me dio risa). “Seguro eres de las que tienen mil libros sin leer pero los cuentan al final de año para hacer sentir mal a los incultos que no leen”.
Si bien es cierto que mi lista de libros por leer (TBR por sus siglas en inglés “To Be Read”) siempre sobrepasa la cantidad de libros leídos, yo nunca cuento cuántos libros leo en un año ni soy de las que creen que hay que leer lo del canon [¡dioses, si algo odio es el famoso canon literario!]. En mi caso leer está justo en el punto difuso entre pasatiempo y modo de vida.
Inició como algo que me gusta y se ha convertido en parte de mi trabajo diario. Y es por ello que la polilectura me salva de enloquecer. Tengo libros que son de trabajo: tengo que leerlos ya sea para un artículo, una reseña o para preparar mis talleres. Tengo libros que son por gusto: me llama la atención y los leo para desenajenarme cuando acaba mi jornada laboral. Si fuera de las que leen sólo un libro a la vez pasaría cualquiera de las siguientes cosas:
1. Leería más rápido, porque siempre tengo que leer demasiado y de por sí la vida no me da con mi ritmo de lectura actual.
2. Dejaría de leer, o por trabajo o por gusto, porque no tendría tiempo para cumplir con todo.
3. Quizá le perdería el amor a la lectura si optara por leer sólo por trabajo.
4. Enloquecería de aburrimiento.
Ok, enloquecer tal vez es una exageración. El punto es que yo creo que hay más libros que vida. Entre más pueda leer, mejor. Eso sí, los separadores nunca sobran en esta casa. Ser polilector hace que desarrolles algunas habilidades: la de atención para no mezclar historias, la de buena memoria para poder recordar bien qué ha pasado e incluso para recordar en qué página ibas cuando no hay ni un Kleenex para dejar como separador y otra más compleja pero muy necesaria: la habilidad de conectar los puntos. Relacionar lo que se ha leído, todo el bagaje que uno trae para generar nuevas ideas.
Ustedes, ¿leen sólo un libro o prefieren la polilectura?
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