Por qué escribo
Escribir es la única actividad que realizo de manera constante. Bueno, y también leer. Todo lo demás va y viene. Uso lentes porque de pequeña me enfrascaba con tal pasión en mis lecturas que acababa leyendo en la penumbra. Siempre pensaba “Llego al punto y prendo la luz”. Pero el punto se convertía en párrafo, el párrafo en hoja y la hoja en capítulo. Mi mamá me repetía siempre “No leas con tan mala luz”. No le hacía caso.
Las palabras alimentaban mi imaginación y mi imaginación, a su vez, vaciaba las plumas sobre cientos de hojas blancas. Aun en medio de mis clases o a la mitad de la noche las ideas me atacaban, haciendo necesario el escupirlas sobre papel sin importar nada más. Sé que una idea que llega en cierto momento jamás regresa exactamente tal cual llegó. Podemos masticarla, transformarla, pero nunca recuperarla una vez que se la ha otorgado un segundo de ventaja.
Con el tiempo ha perfeccionado mi estilo. Confieso que se descubre la influencia de mis lecturas –inevitable– y que se vislumbra mi vida entera en cada letra que trazo, mas siento que sólo así las persona pueden conocerme tal cual soy. Es arriesgado plasmarme directa o indirectamente en papel porque me expongo a la crítica, a ser destrozada. Pero si quiero alcanzar esa meta planteada desde niña (ser una gran escritora) debo jugármela. La realidad empieza con los sueños: la realidad en que uno vive depende de si lucha por alcanzarlos o ni siquiera lo intenta. Éste es mi sueño, publicar mis escritos. No voy a descansar hasta que sea mi realidad.
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