Esta semana será mi cumpleaños número treinta. Por diversas cuestiones, el festejo de tal cosa se hizo el fin de semana pasado. Estoy acostumbrada a pasar mis cumpleaños con mis amigos. Pero es el primer año en un ratote que lo paso tan bien, tan feliz y tan plena. He estado revisando las fotos de este festejo y mi sonrisa es enorme.
Ocurre que durante mucho tiempo sentí la gran necesidad de ser alguien más, para darle gusto al mundo. Fue negarme a mí misma y perderme en el proceso. Cumplir las expectativas de otros lleva a una profunda infelicidad. Este último año de mi década de 20’s ha sido muy intenso, lleno de aprendizajes y ante todo, alegrías.
Un amigo mío me decía hace poco: “Nerea, eres una gran mujer. Nunca dejes que nada, ni nadie —particularmente tú misma— te haga creer lo contrario”. Mientras me lo decía yo estaba tratando de voltear hacia otro lado, por lo que me tomó por la barbilla “Look at me!” me dijo alzando mi rostro para que mis ojos encontraran en los suyos la seriedad de quien revela un secreto importante antes de decirme que confíe en mí contra todo.
Este año me sorprendí por la cantidad de gente que hay a mi alrededor. He aprendido que mis amigos están ahí para todo: sé que estarán ahí para darme zapes cuando me gane lo negativo; sé que estarán ahí para atraparme cuando me caiga desde las alturas, para recoger los pedazos y ayudarme a rearmarme cuando yo no halle el rumbo; sé que estarán para debrayar conmigo felizmente cada que sea necesario: reír, compartir, hacerme creer en mí de nueva cuenta. “Eres una mujer asombrosa, todos los que estamos a tu alrededor lo vemos, falta que te lo creas”.
A lo largo de este último año de mis 20’s me lo he empezado a creer. Ser quien soy no es negativo, por el contrario. Soy una mujer afortunada que ha cosechado amor y estima a mi alrededor. Ha sido un año fructífero, en el que he impartido talleres, dado clases, reído, cantado, llorado, bailado y gozado como hacía mucho tiempo no pasaba. Hubo momentos tristes, pero mi gente jamás claudicó. Y han hecho hasta lo imposible para que yo me vea como ellos me ven: una mujer fuerte, a veces muy necia, capaz de superar cualquier reto. Alguien dispuesta a estar para los demás.
Hoy puedo decir que estoy feliz de ser quien soy. Y eso no tiene precio. Me ha costado reconocer lo que sé y lo que puedo aportar al mundo. En esta idea de que es malo cantar uno mismo sus alabanzas y hay que ser modesto he caído en el extremo opuesto de menospreciarme. Pero eso ha llegado a su fin, pues me puedo ver al espejo y sentirme orgullosa de quién soy, lo que he planeado para mi vida, lo que he hecho hasta el momento.
Fui feliz como maestra y amo impartir talleres. El resultado se ve reflejado en ex-alumnos que me saludan con gusto, que me siguen compartiendo sus vidas y sus logros. Sigo sacando adelante un proyecto cultural enorme, con un equipo de trabajo que no hace más que seguir creciendo y sorprendiéndome por todo lo que han logrado, simplemente porque han decidido seguir mi sueño. Admiro profundamente a mi Staff Kya! He tenido la fortuna de entrevistar a personas sumamente talentosas, escritores, artistas plásticas, pintoras, me han abierto las puertas para compartir un poco de su experiencia simplemente porque he tenido el atrevimiento de pedirles un poco de su tiempo.
Gracias a todos los que han estado para mí en cada momento, cada paso. Tengo amigos de toda la vida y amigos recientes. Sin duda alguna, jamás he estado sola. No tendré mucho conocimiento ni mucha riqueza material, pero a nivel emocional creo que nada me falta. E iniciar así la tercera década de mi vida es enorme.
(*) Ésta es la primera de 3 reflexiones alrededor de mi cumpleaños. Por algún motivo, cumplir 30 me tiene muy reflexiva. Y no, no es porque me traume la edad. Ha sido un año en particular lleno de pensamientos y reflexiones.