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Siempre he pensado que mi ideal en esta vida, sería poner una escuela. Nunca me he sentido más viva que cuando he estado frente a un grupo. Enseñar es mi vocación, ese llamado que ha sido inevitable.

No sé si es porque crecí en una familia de docentes. Mis padres enseñaron a nivel universitario desde que tengo memoria. Cuando mi papá falleció, el velatorio se llenó de alumnos y ex-alumnos que lamentaban la pérdida de ese hombre que al principio fue el terror absoluto (el “Puga malo”, le decían) y que con los años se ablandó un poco. Quizá ya no era tan estricto en sus enseñanzas, pero aún en sus días de desánimo y de perder un poco la fe en los alumnos, seguía decidido a lograr que aprendieran algo.

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La labor docente es más que horas en aula: es planeación, es calificar y es seguir preparándose. [Mi altero de trabajos por calificar en una mañana dominical]

Una de las fotos de mi mamá que más me gustan fue tomada por un alumno suyo, capturando ese momento en que ella daba cátedra de forma apasionada.

Yo he tenido la fortuna de poder enseñar desde pequeña: primero le enseñé a mi hermana a leer y a escribir, jugábamos a “la escuelita”, donde yo era la maestra y le hacía “libros de texto” (más bien, cuadernos de trabajo) a mi hermana para enseñarle cosas.

De ahí en adelante, cada vez que he podido estar frente a un grupo, me he sentido plena. Sea un grupo de técnicos en enfermería (mi última experiencia docente ¡hace casi cinco años!) o en talleres de pocas sesiones, poder compartir lo poco que sé siempre se me ha hecho una bendición.

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Poner a mis alumnos a investigar y que se emeraran, me ponía de buenas

Lo que la gente no dice de la enseñanza/docencia es que te rompe a cachitos todos los días. El ser humano es una criatura que está en constante crecimiento. No estamos terminados. Siempre podemos cambiar y aprender. Siempre podemos desaprender.

En México, al menos, me parece lamentable que la labor docente sea tan mal vista. Creciendo escuché a muchas personas decir “y al fin si no encuentras trabajo, puedes entrar de maestro”, como el último recurso. ¿Por qué debía ser un “no me queda de otra”?

Hoy en día, platicando con mis amigos docentes, veo cómo volver las escuelas negocio, donde mientras el alumno pague lo demás no importa, está dando al traste con cosas muy importantes, pero eso es tema para otra reflexión.

Hoy estoy agradecida por las veces que he podido dar clases pero, ante todo, por las veces que los alumnos me enseñaron amí. Más que eso,e stoy agradecida por haber contado con muchos maestros memorables, tanto dentro como fuera de las aulas. Es un día para festejar a quienes tienen la paciencia, el ánimo y esa vocación para estar frente a aulas. Particularmente a los maestros de secundaria, ¡ellos merecen un altar!

*Este posteo es parte de mi #100DaysProject: durante 100 días subiré un post con alguna anécdota personal o historia.

Imagen desde Pexels

Los que me conocen saben que nunca me he considerado material godínez. Eso fue tema de discusión recurrente con mi papá y con mi hermana, principalmente. Mi papá se preocupaba porque veía mi carrera laboral muy extravagante: nunca había durado más de un año en un trabajo y normalmente salía justo al año, corriendo para no volver. Las oficinas me sofocaban. No me sentía a gusto. Jamás soñé con trabajar de fijo en un lugar. Los trabajos que implican movilidad me son más atractivos. Y no me refiero forzosamente a vivir viajando (no que me desagrade la idea tampoco), sino poder hacer de mi tiempo lo que yo desee.  Finalmente, el tiempo es nuestro recurso más valioso.

Por eso, he sido freelance en más de un ocasión. De hecho, por eso SOY freelance todavía. El tener trabajo fijo me da la ventaja de las prestaciones y un sueldo que llega quincena tras quincena, cosa que en la situacióne conómica actual no se debe desaprovechar. Pero ser freelance me ayuda a seguir manejando mi tiempo y hacer cosas que me gustan mucho más.

Lo que he aprendido de ser freelance durante tanto tiempo es bastante. Acá les van algunas ideas por si la freelanceada les suena coqueta:

  1. Tener una agenda: Mi súper poder durante mucho tiempo fue encimar citas, hasta tres, misma hora, distinto lugar. La teletransportación todavía no se me da y si tengo clones, no los conozco como para que me puedan cubrir. Así que aprendí que antes de decir “sí” a una cita, debía tener la agenda junto.
  2. Se vale decir que no: Así como dicen que “el que a muchos amos sirve…”, en la vida freelance es bueno decir que no a una chamba. Sea porque las condiciones son malas o porque ya hay mucho trabajo encima, es válido reconocer las limitaciones. En serio. Existe esta noción de que hay que decir “sí” a todo porque si no ya no nos van a ofrecer chamba ¡error! Lo peor que podemos hacer es saturarnos al grado de no llegar a alguna entrega. Eso sí va a lograr que ya no nos busquen.
  3. Valora tu trabajo: Creo que esto es algo que debería ser materia desde que nos enseñan a sumar y a restar. Hay que valorar nuestra chamba. El truco que a mí me ha servido más es cobrar por hora. ¿Cuánto tiempo me tardo en hacer equis cosa? Además, el costo depende por la dificultad. No forzosamente lo difícil que me se hace realizar algo, sino el nivel de estudios y de esfuerzo que me llevó tener esa habilidad. Por decir: no cobro igual corrección de estilo en español que en inglés, mucho menos si es inglés científico. El vocabulario técnico necesario para corregir algo en inglés me tomó dos años de mi vida y no lo practico tan seguido como el vocabulario “vulgar” que leo en cualquier publicación de blog o en las novelas y cuentos que leo con frecuencia.
  4. No hagas caso del miedo: La cosa en la que podemos destacar como freelances es la cosa a la que nos dedicamos. Mi material de trabajo son las palabras. En dos idiomas: inglés y español. Eso abarca traducir, corregir estilo, corregir redacción y generar contenidos. He procurado mantenerme en la línea de las palabras. Quizá no soy la mejor redactora del mundo, pero en el momento en que me dije “sí puedo hacer esto” las cosas empezaron a fluir.  Y en ese tenor, no hay que olvidar el siguiente punto.
  5. Promociona tu trabajo: Uno puede ser el más fregón del planeta Tierra y sus alrededores, pero si no promocionas tu trabajo, nadie te va a buscar. Los primero talleres que impartí fueron gracias a mi blog. Internet tiene la ventaja de que nos permite llegar a más gente. Así que sí es necesario cacarear los huevos que tenemos en nuestra canasta.

Creo que esas son las mayores enseñanzas que he obtenido en mi vida freelance. Una última cosa vital: el tiempo es un recurso limitado. Si bien trabajar desde casa tiene sus ventajas, hay que saber acomodar nuestro tiempo y aprovecharlo. El día de un freelance no puede iniciar después del mediodía, porque ya no será un día productivo. Hay que establecer horarios para que el tiempo rinda.

Ustedes, ¿tienen consejos para la vida freelance?

*Este posteo es parte de mi #100DaysProject: durante 100 días subiré un post con alguna anécdota personal o historia.