Lo intentamos, de verdad que sí. Pero no hubo forma de escapar. Cada vez los edificios eran más altos, pero lo mismo era con la niebla: cada vez subía más y más. Hasta que hoy veo todo: todo lo que construimos, todos los vanos intentos de la humanidad de escapar de lo que ella misma generó. Dicen que es contaminación. Otros dicen que es la misma naturaleza tratando de retomar posesión de lo que por derecho le pertenece. Ya no importa. Hace días que dejamos de saber de los habitantes de la ciudad (ya ni siquiera se alcanza a ver en el horizonte, donde todo es gris y brumoso). Los edificios aledaños poco a poco se han ido quedando en silencio. Eso es lo peor. No hay gritos, no hay escándalo, ni nada memorable. Sólo llega la niebla y con ella, el silencio. Es más aterrado que cualquier otra cosa. Porque no sabemos qué nos espera. ¿La niebla nos va a absorber? ¿Nos asfixiará? Ya mejor ni me lo pregunto, sé que en breve lo averiguaré. La lluvia ya no es consuelo ni defensa. Es resignación. Y qué más da. Este mundo algún día tenía que terminar ¿no?
Ni siquiera sé si este mensaje llegará a alguien, no sé si en las montañas queda alguna alma que pudiera interesarse. Sé que es el vacío absoluto lo que quedará y más adelante…