Acabo de leer un libro divertido: El inesperado plan de la escritora sin nombre, debut de la italiana Alice Basso. La historia gira alrededor de Silvana Sarca, la escritora fantasma de Ediciones L’Erica. Su deber es escribir historias cuando los escritores de la editorial se traban.
Silvana es una mujer de treintaytantos, con una actitud de “el mundo me importa un carajo”. Lo curioso de su actitud es que se contrapone a lo que define su habilidad maravillosa de meterse en cabeza ajena para escribir: empatía.
La historia, narrada desde el punto de vista de Silvana (Vani, para los amigos) inicia con ella ayudando a Riccardo Ranti, escritor atractivo que está perdido por culpa del bloqueo de escritor. Esto saca a Vani de balance al toparse al fin con alguien que parece más interesado en su cerebro que en su estrafalaria apariencia. (¿Les conté que comparan a Vani con la Lisbeth Salander italiana por su forma de vestir?). Mientras Vani está viviendo una cosa extraña llamada “noviazgo”, también acaba conociendo al comisario Berganza, el estereotipo clásico del inspector de novela negra, quien investiga la desaparición de una de las autoras de Ediciones L’Erica.
Berganza está fascinado con la habilidad de Vani de meterse en la cabeza de los demás y ve muchas posibilidades en ella para que le ayude con el caso, como pieza clave para entender al villano culpable de la desaparición de la autora en cuestión.
Con una forma de narrar muy agradable, un humor sumamente sarcástico y ácido y plagada de guiños literarios, el libro me atrapó por completo. Un buen homenaje a novelas de detectives y a los amantes de la literatura universal (particularmente la contemporánea), los personajes son memorables.
Al parecer habrá una segunda parte y yo seguramente la leeré, pues Vani me encantó. Este libro, editado por Planeta, vale la pena para pasar un buen rato y disfrutar de un humor ácido.
Les dejo un par de citas que me gustaron:
—¡Vamos, sube!—exclama él—. ¡Quieres confiar por una única miserable vez en toda tu vida? Yo lo único que quiero es llevarte a cenar, no comerte. (Página 114)
—¿Y quién es esta tipa?
A propósito, ¿yo quién soy? Es Berganza quien interviene para ahorrarme la vergüenza.
—Es una agente encubierta de la Interpol, y si te comportas con ella con menos consideración que hacia la Santísima Virgen, aunque sea sólo un poco menos, te meto a la cárcel con doce violadores homosexuales. ¿Un cigarro? (Página 197)