Mujer moderna
Entre más lo pienso, más me parece que la sociedad en general se ha timado a sí misma, creando sin notarlo unas trampas terribles que siguen manteniendo a las mujeres atrapadas en cosas quizá más estresantes (o sólo un nuevo tipo de estrés, no lo sé, no me consta) que el estrés de antes de que empezara el movimiento feminista.
Nací en los 80’s: para mí la educación ya era un derecho y el que las mujeres también trabajaran ya no era una excepción sino una constante en México, porque el sueldo de uno no alcanzaba para sostener a una familia de al menos tres o cuatro personas en la mayoría de los hogares. Crecí con la idea de que no necesito un caballero que me defienda, ya que puedo hacer lo que yo desee. Mi primer desencuentro amoroso fue a los 17 años, cuando el niño que me gustaba me decía que podía salir conmigo mientras que nadie lo viera porque yo era “una nerd y podía arruinar su reputación” (nótese que él era un wannabe de ser cool y que toda la generación sabía perfecto que salíamos, pero bueno). ¿Ser inteligente y preocuparme por mis estudios era malo? Había crecido bajo la premisa de “Estudiar es tu única obligación” y que sólo estudiando podía ser alguien—aunque jamás me dijeron quién—en la vida.
Lo que no me dijeron, pero creo que fue porque nadie lo supo prever a tiempo, fue que mientras a las mujeres de clase media nos decían que podíamos hacer lo que quisiéramos, que éramos fuertes, que no éramos princesas, que podíamos trabajar, estudiar y ser amas de casa, a los hombres en el mejor de los casos sólo les dijeron que debían respetar a las mujeres. De repente los hombres se encontraron fuera de lugar.
De los pleitos más fuertes con cada uno de mis ex’s ha sido el “Es mi deber ser el proveedor” (palabras más, palabras menos, el mensaje central era ése). Pero ¿por qué carambas si yo no necesito que me mantengan? ¿No ven que soy una mujer fuerte, independiente, capaz y estudiada? Mientras que a las mujeres de mi generación nos alimentaron de esa forma las ideas, a los hombres les decían que deben ser fuertes, protectores, los proveedores del hogar… básicamente lo mismo que llevan generaciones enteras diciéndoles. Viene un choque cultural muy fuerte. Veo casos de hombres que quieren ser proveedores y al no poder serlo (porque la economía no da o porque simplemente la mujer no quiere) se frustran y ponen en juego una relación por encima de su orgullo. Ese veinte me cayó hace poco con un diálogo de la película The intern que, a mi parecer, refleja muchos conflictos de la llamada mujer moderna:
Jules: Here’s my theory about this. We all grew up during the “take your daughter to work day” thing, right? So we were always told we could be anything, do anything. And I think guys got, maybe not left behind, but not quite as nurtured, you know? I mean, like, we were the generation of “you go, girl.”We had Oprah. And I wonder sometimes how guys fit in, you know? They still seem to be trying to figure it out. They’re still dressing like little boys. They’re still playing video games. Well, they’ve gotten great. So…
Davis: I love video games!
Lewis: Oh, boy.
Jules: How, in one generation, have men gone from guys like Jack Nicholson and Harrison Ford to… take Ben, here. A dying breed. You know? Look and learn, boys. Because if you ask me, this is what cool is.
Lo malo es que ni siquiera ven que ser mujer moderna es una joda.
Tanto nos han dicho que no sólo podemos sino que —pareciera que es casi fundamental dentro del ser mujer liberada— debemos hacerlo todo al mismo tiempo que ser mujer implica vivir con una culpa eterna. Si una trabaja porque es necesario trabajar y mantener a los hijos, y por lo mismo deja a los hijos en la guardería desde pequeños, hay culpa. Si una no trabaja para dedicarse a los hijos, al menos en el primer año de vida, hay culpa. Si una, después de estar trabajando jornada completa (y no me vengan con que son 8 horas, porque entre ir y venir y lo que exigen las empresas las jornadas son de 10 a 12 horas mínimo) se siente cansada y no quiere hacer el quehacer, hay culpa. Y así podemos seguirle. Esa idea de ser Superwoman nos está matando. Un amigo mío me decía, en inglés por el juego de palabras, You can do anything, but you can’t do everything. Hace apenas un año lo acepté. Es cierto, puedo hacer lo que quiera, pero no todo al mismo tiempo. Y se vale. Puedo ser mamá, periodista, mi propia jefa, estudiante, los roles que gusten y manden Y cansarme por ello. Sigo siendo humana.
Lo malo es que parece que todo el tiempo tenemos que demostrarle a alguien que sí podemos. Sí puedo ser mamá y tener mi negocio y seguir estudiando y ¡vean! Leo 50 libros al año, tengo vida social y no me canso nunca. Yo he caído en ese error de comentar todo lo que hago casi al mismo tiempo pero ¿saben? Realmente me quería convencer a mí misma de que podía hacerlo todo, porque soy una mujer liberada y moderna. Error.
Pedir ayuda y necesitar descanso, apoyarse en alguien (familia, pareja, amigos) es válido. ¿Por qué seguirnos matando en ese afán de hacerlo todo al mismo tiempo? No somos menos mujeres. Además, los hombres también necesitan que los apoyemos. De vez en cuando que ellos sean los que entren al rescate, no porque lo necesitemos las mujeres, sino porque ellos pueden ayudarnos.
Tengo un amigo con el que platico mucho. Varias veces me ha dicho “A ver, ¿quieres que te escuche o quieres una solución?”. Diez años de conocernos nos han llevado al entendido de que él, por naturaleza, va a tratar de solucionar lo que sea que yo le plantee. Así fue programado: los hombres deben dar soluciones. Hemos llegado al entendido de que si bien muchas veces yo necesito verbalizar las cosas porque así me entiendo, cada equis tiempo dejo que me diga qué cree él que debería hacer. No es por hacer más a uno y menos al otro. Es por tratar de hallar el punto medio ante paradigmas que se contraponen.
La verdad yo tampoco sé bien qué va a hacer mi hijo en el futuro. Sé que lo estoy educando para ser independiente y para ser un hombre que respete a los seres humanos. ¿Eso funcionará? No tengo idea, porque hay muchos paradigmas añejos que no hemos roto y ahora arrastramos la joda de que ser mujer moderna es ser todo poderosa, cuando eso también es un error.