Listado de la etiqueta: Revista Kya

Hace 8 años tuve una idea, de esos rayos relampagueantes y descabellados que suelen acudir a mi cabecita de vez en vez: “iniciaré una revista en línea”. En ese entonces reuní a un par de mis amigos y pasamos interminables noches con café en un Vips sobre la avenida Félix Cuevas, definiendo qué iba a ser esa revista en línea, cómo iba a ser la línea editorial, el diseño, la interfaz.

De ese equipo inicial, quedé sólo yo. El primer número de la revista vio la luz en el puente del 5 de mayo de 2010, albergado en un (horrendo) blogspot. Abrimos una página en Facebook y llegamos a 80 likes en una semana.

Empecé a invitar gente a escribir, siguiendo un calendario mensual de contenidos, para alimentar la revista una vez al mes. ¿El nombre del proyecto? Kya!

Para su segundo o tercer número, Kya! se mudó hacia WordPress. La plataforma se veía más amigable y nos daba más opciones de templetes para no vernos tan “poco profesionales”. El equipo creció más. Se acercó a mí, vía internet, Orquídea Fong quien entró como colaboradora y eventualmente llegó a ser Editora en Jefe. De su trabajo y dedicación aprendí muchísimo, sobre todo a leer los textos mil veces antes de subirlos. Orquídea editaba y yo subía el número de trancazo en un solo día. Mi familia tuvo que aguantar mi desesperación al salir los números, porque era una labor titánica que realizaba desde una pequeña (y muy valiente) netbook.

También, gracias a Kya! conocí a Tala e Isa, ambas llegaron para ilustrar portadas. Eventualmente se unió a las ilustradoras C, quien también llegó a ilustrar cuentos y, más adelante, a escribir un par de notas aunque (ella lo dice) escribir no sea su fuerte.

La base de fans en Facebook y Twitter fue creciendo y llegó un punto en que yo dejé de buscar a la gente para que se uniera al proyecto: las personas me buscaban a mí para colaborar.

Así entró Héctor a la revista, quien inició como colaborador y luego llegó a ser subdirector: traía la camiseta de Kya! puesta como nadie. Cuando, por problemas personales, pensé en cerrar la revista, fue Héctor quien me convenció de lo contrario y se quedó al frente del staff en lo que yo recomponía mi vida.

Lo que inició con 5 personas y charlas de café, llegó a tener en su tiempo más robusto un equipo de 40 colaboradores, muchos de los cuales no conocí en persona. Trabajábamos en línea y cree una forma de trabajo a través de grupos de Facebook, chats privados, Google Docs y, eventualmente, mensajes de WhatsApp que permitieron que los números salieran primero mes con mes y luego, quincenalmente.

Gracias a un antiguo editor, quien sustituyó en cierto punto a Orquídea, conocí a Charly quien llegó a revolucionar la revista al crear el sitio con una interfaz profesional. Charly, el webmaster traído del cielo, quien me ayudó a que Kya! diera el brinco para ser un sitio con terminación .com

La revista no hacía más que crecer: de ser revista mensual, empezó a ser también un sitio con noticias, columnas, recomendaciones y hasta posteos patrocinados. Entraron al ruedo Dani, Bea y Barbie, mis amadas editoras y cómplices. Más personas respondieron a las convocatorias que cada año poníamos: Jonathan llegó para ser articulista, aunque la verdad es que ama escribir de libros y de música. Vivs armó su columna de salud y bienestar, aunque de repente fangirlea con algún guapo cantautor. Irving le dio punch a la columna de cine, con sus siempre concienzudas y mordaces críticas. Selene cambió el look de Kya! trayendo el logo que actualmente ostenta la revista. Llegaron Fer y Jorge a meterle jiribilla y buen humor al staff.

Empezamos a hacer eventos y fue así como conocí a Retos Cheleros, con quienes durante más de un año hicimos catas de cerveza artesanal.

A veces era un trabajo demoledor: alimentar a las redes sociales para mantener la base de fans, crear lazos estratégicos con posibles patrocinadores, conocer más personas, ser la encargada de Relaciones Públicas, la Community Manager, la que entregaba premios… Mi familia me aguantó el paso como los grandes: mis cambios de humor, mi desesperación cuando salían las cosas, los festejos cuando llegábamos lejos.

Seguí conociendo más personas. Raquel y Alberto fueron al inicio un par de entrevistados, para convertirse en queridos amigos míos. Laura me conoció en una rueda de prensa de la FIL de Guadalajara y luego empezamos a planear cosas que involucraran a los libros de su distribuidora. Mónica me conectó con la marca de vinos Cu4tro Soles. La lista puede seguir y seguir.

De repente lo que inicia como una idea loca acaba volviéndose una forma de vida. Locuras y aventuras que le dan sentido a nuestro tiempo en este mundo. Pero también, a veces, parece convertirse en lastre o deja de ilusionar. Hace muchos años decidí que no iba a hacer nada que no me apasionara.

Antes peleaba (apasionadamente) con mi padre porque él no le veía futuro a Kya! y pensaba que era una pérdida de tiempo. No lo era: era mi puerta a mundos y personas maravillosas.

Pero he tomado una decisión, una decisión que me tomó un año alcanzar, plantear, estructurar. Kya! ha llegado a su fin. Motivos hay varios, pero no es el momento para hablarlos. Baste decir que mi staff y yo emprenderemos una nueva aventura. Kya! nos ha dado miles de alegrías y dolores de cabeza, pero ante todo: muchos aprendizajes. Y esos aprendizajes los vamos a aplicar en la nueva aventura. Esperen algo próximamente. Más pronto de lo que esperan.

 

Ayer, en lo que a mi alrededor había revoloteo porque teníamos cena en la casa, estaba escribiendo a toda velocidad una serie de preguntas en mi computadora porque tenía que enviarlas con velocidad. Era una entrevista que saldrá en el número 100 de la revista Kya! el próximo 15 de febrero.

Mientras tecleaba y trataba de coordinar mis ideas con mis dedos (pienso más rápido de lo que escribo y mis editoras no me dejarán mentir: esto provoca un sinfín de dedazos y me causa el continuo terror de no escribir coherentemente), renegaba una y otra vez acerca de cuánto odio hacer entrevistas a distancia.

El tiempo se nos vino encima y coordinarnos para vernos se complicaba, por lo que mi entrevistado y yo optamos por una entrevista redactada en un Word, enviada por mail, contestada sobre el mismo Word y devuelta. En lo personal no me gusta: prefiero hacer mis entrevistas con un café o una taza de té de por medio. Si bien investigo antes de realizar una entrevista, y llevo unas cuantas preguntas de base, soy apasionada de escuchar historias. Una buena entrevista para mí es la que se transforma en una conversación, casi monólogo: yo suelto un par de pautas para que el entrevistado hable y simplemente me quedo escuchando. Entre más platique el otro y menos yo, mejor para mí. Me chocan las entrevistas donde el entrevistador quiere ser el protagonista.

Pero una entrevista redactada no permite ese sabroso intercambio con el entrevistado. Al menos eso siento yo en general, y por eso renegaba. Sin embargo, hoy que recibí las respuestas a mis preguntas, me sentí como si estuviera platicando de frente con mi entrevistado.

chimal 2

Una cosa que deben saber: me gusta mucho platicar con el escritor Alberto Chimal. Y él fue, por segunda vez en mi vida, mi entrevistado. La primera vez fue hace unos cuatro años. De algún lado agarré valor para, por Twitter, decirle que si me concedía una entrevista para mi revista. Muy amablemente dijo que sí. ¡Me moría de nervios!

Resultó ser que Alberto es un ser humano. Cosa que a veces creo algunos escritores olvidan. Sentarme a platicar con él fue una de las experiencias más agradables que he tenido en mi labor de periodista. Poder charlar con él sin que a sus ojos asomaran desdén o condescendencia (como me ha pasado con algunos que se creen demasiado arriba de los pobres mortales) fue refrescante.

Ésa fue la primera de varias charlas salteadas en el tiempo. En estas charlas, temas de interés común—como lo que ocurre con las redes sociales, la escritura, temas de plagio, de la cultura en México y demás— han fluido con naturalidad.  Quizá por eso, a pesar de mi reniegue por tener que enviarle una entrevista por correo, leerlo fue gratificante para mí. No siento las respuestas en automático, alejadas, distantes, robotizadas. Por el contrario, en mi cabeza suena la voz de Alberto mientras lo leo.

Chimal 1

Sueno, ya me imagino a una de mis editoras diciéndolo, como fangirl. Y sí lo soy, un poquitín. Soy fan de la amabilidad de Alberto y de Raquel. Soy fan de escucharlos platicar, bromear, de su enorme capacidad de compartir. Me gusta mucho platicar con ellos porque siempre aprendo algo, siempre me surge una nueva duda, una nueva inquietud (otro autor por conocer, una película por ver, música por escuchar ¡la vida jamás me alcanzará!). Soy fan de que aguanten cada loquera que se me ocurre y, mejor aún, se unan a esos proyectos descarriados míos. Soy fan de que cuando pueden, me ayudan. Soy fan de que siguen siendo personas. Por ello, les estimo mucho. Igual creo que el ya conocer a Alberto aunque fuera un poquitín, me facilitó el hacer una entrevista a distancia. Ya dirán los lectores de la revista qué les parece.

Hace poco conocí a Jovanna Plata, una chica talentosa que ilustra y que está detrás del sitio Trendy Topics. Juntas hemos pensado en varias cosas que pueden funcionar para lograr trabajo de frente común entre Trendy y Kya! pero hace poco salió la idea de trabajar en cosas macabras.

Jovanna es una niña muy talentosa y hace poco leyó un poquito de lo que yo escribo de fantasía. Así que me propuso que trabajáramos juntas en un proyecto para nosotras, no para nuestras revistas. Así que tengo el reto de entregar un cuento en una semana. Un cuento donde salga un monstruo.

Para empezar, Jovanna me preguntó cómo me imagino a los monstruos. Es curioso. Si bien alguien describió hace tiempo mis historias como “perfectamente normales hasta que llegas al tercer renglón y te das cuenta de que todos están muertos o locos”, generalmente el terror, el miedo, lo incómodo en mis cuentos es psicológico. Por eso acepté el reto de pensar en monstruos físicos. En cosas más reales que etéreas. Me emociona tener proyectitos así, pequeños, que quizá ahorita no impliquen nada más que el amor y el gusto de hacerlo: así es como han nacido las mejores cosas de mi vida.

Ya les contaré cómo nos va.